jueves, 19 de marzo de 2020

Beneficios de la comida saludable

Una dieta saludable hoy, es un cuerpo sano mañana. Comer bien es bueno para tu organismo. A largo plazo: disminuye el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares (presión arterial alta, cardiopatías o infartos), por lo que estarás más protegido de la primera causa de mortalidad de la sociedad contemporánea. Pero si comes mal, estarás más expuesto a sufrir una de las enfermedades anteriores y también diabetes, artritis o cáncer. Comer sano supone apostar por la calidad de vida y también por tu salud en el futuro. Te queda toda una vida en el mismo cuerpo, ¡cuídalo!


Comer sano estimula tus papilas gustativas

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Hoy en día, muchas personas llevan un ritmo de vida ajetreado. Cada vez es más común recurrir a alimentos preparados y envasados y comerlos sobre la marcha. El problema es que las comidas procesadas industrialmente se elaboran para seducirnos con la cantidad “adecuada” de azúcar, sal y materias grasas y para hacernos querer más. Puede parecer algo exagerado, pero de alguna manera nos volvemos adictos a estos alimentos y nuestras papilas gustativas se acostumbran a consumir altas cantidades de sal, azúcar y lípidos. Por tanto, las comidas sanas nos pueden parecer menos sabrosas. Comer sano te ayuda a despertar tu sistema gustativo y a deleitarte con sabores más diferentes y naturales.


Comer sano aumenta tu energía

A todos nos ha pasado comer mal durante la pausa y ver cómo nuestra energía se esfuma al volver al trabajo. Esa sensación de que no te apetece nada trabajar y que parece que esperas a que la jornada laboral termine. ¿Alguna vez te has preguntado por qué te entra tanto sueño por la tarde? Si tu comida contiene muchos carbohidratos simples, tu nivel de azúcar en la sangre se disparará. Como el azúcar (en exceso) resulta peligroso para tu cuerpo, éste empieza a liberar grandes cantidades de insulina. Esta sustancia transporta las moléculas de azúcar de tu torrente sanguíneo a las células, por lo que tu nivel de glucosa en la sangre desciende y tu cuerpo pide más azúcar. Así se inicia un círculo vicioso en el que el cuerpo libera constantemente insulina y aumenta la somnolencia.




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